Los desacuerdos por decisiones arbitrales han existido toda la vida. En la Primera División costarricense, se registró un primer caso de violencia a un réferi por parte de un futbolista hace ya bastantes años, un acontecimiento que escandalizó al medio deportivo tico por completo y cuyos detalles damos a conocer en estos párrafos.
Para el domingo 21 de junio de 1931, se tenía previsto un día de festividad y premiaciones durante el partido de campeonato entre el Orión FC y la Sociedad Gimnástica Española, en el Estadio Nacional.
El encuentro era dedicado a las madrinas Hilda Van der Laat del Orión FC y a la señorita María Eugenia Escorriola de la Gimnástica Española, además de los presidentes de ambos clubes, señores Porfirio Morera de los gimnásticos y Pedro Giralt de los orionistas.
Por si fuera poco, durante el intermedio, se entregaron los trofeos a los campeones de 1930: CS Herediano (Primera División), CS La Libertad (Segunda) y CS Buenos Aires (Tercera); pero los actos no acababan ahí, ya que la Federación obsequió unos finos relojes-cronómetros a los árbitros Salvador González y Hernán Gómez, como los silbateros con más partidos dirigidos en los torneos de 1929 y 1930, respectivamente.
Con ese marco de condecoraciones y reconocimientos, el juez Hernán Gómez inició el partido a las 10 am. En las filas de la “Constelación” había figuras de calidad como el arquero Enrique de Mezzerville, el medio Óscar Bolaños y en ataque Antonio “Toño” Hütt. Del lado españolista la mirada siempre estaba puesta en su guardameta Ricardo “Manchado” González, el zaguero José “Pepe” Escorriola, los medios Fausto Argüello y Jesús “Chiseta” Rojas, mientras en ataque Miguel “Lito” Pérez.
El primer tiempo señaló un 2-0 en favor del Orión, con tantos marcados por “Toño” Hütt. En el intermedio vinieron las premiaciones y así, sin mayores novedades, comenzó la segunda parte; pero esa tranquilidad estaba a punto de acabar.
Al minuto 70, el jugador Héctor Albertazzi (SGE) llevaba la pelota cuando el árbitro Gómez lo sancionó por ayudarse con la mano. El medio gimnástico, tomó el balón y lo envió a las gradas en señal de protesta. El juez Gómez no pasó por alto el irrespeto de Albertazzi, expulsándolo del partido.
Aquí fue donde sucedió lo inimaginable, Albertazzi se negó a salir del campo y más bien tomó a bofetadas y puntapiés al árbitro Gómez hasta dejarlo acostado en el campo, ante la mirada estupefacta del numeroso público en el estadio.
En medio del barullo, sujetaron a Héctor Albertazzi para atender al árbitro Hernán Gómez quien fue llevado al botiquín del estadio, donde fue atendido por el masajista Alegría y por el doctor Raúl Blanco Cervantes. Posteriormente lo trasladaron al Hospital San Juan de Dios.
Para salir de la cancha, Albertazzi debió ser escoltado por la policía hasta el camerino; ya que el público enardecido, por su conducta indebida, quiso hacer justicia por su propia cuenta. La acción provocó incluso que al mediocampista de la Gimnástica lo llevaran a la delegación policial.
El partido continuó ahora con el arbitraje de Salvador González y finalmente lo ganaron los orionistas 3 a 0, con el triplete de “Toño” Hütt.
Ese mismo domingo, en sesión extraordinaria la Federación Deportiva se reunió y castigó por tiempo indefinido a Albertazzi, hasta en juegos amistosos.
La prensa de entonces se refirió así al hecho: “…un acontecimiento que no ha tenido parangón en la historia del fútbol nacional, el jugador Héctor Albertazzi agrede al juez a puntapiés dejándolo sin conocimiento, esto ha sido la mayor muestra de salvajismo q’ un deportista ha dado en el Estadio…”
Gómez se recuperó, el tiempo pasó y en julio de 1933, dos años después, la Federación le concedió el indulto a Héctor Albertazzi; pero lo actuado ese día, quedó en las páginas negras del balompié nacional.