El fútbol como fenómeno social muchas veces refleja la manera en que una sociedad vive. Hoy, la trampa, el engaño y el irrespeto están a la orden del día. No importan los cómos cuando se trata de ganar; pero en el pasado era distinto.
En un partido de Primeras, ante el no acatamiento de una instrucción, el capitán del club solicitó al árbitro la expulsión de un propio compañero. Así como lo leen, prevaleció la disciplina antes que el resultado, por supuesto eran otros tiempos, mas es un hecho desconocido que vale la pena traer a la luz.
El domingo 15 de agosto de 1943, con motivo de la séptima fecha del campeonato de 1943, contendieron la Universidad y el Cartaginés en el Estadio Nacional. Este fue el año del único título universitario en la división de honor.
Apenas en tres minutos “Tulo” Víquez movió el marcador para el once académico. Al 19’, “Cleto” del Cartaginés erró un penal y al 34’ “Lolito” Ruíz señaló el 2-0.
Comienza la segunda mitad y el defensa y capitán brumoso, Napoleón “Polón” Aguilar, gira instrucciones a sus compañeros para recomponer la situación; pero el medio centro, Ubaldo Cháves Ramírez, no hace caso. Es en este instante cuando se produce algo nunca antes visto, ni tampoco después: “Polón” se dirigió al árbitro central, señor Julio Güell, y solicitó la expulsión de su compañero Cháves por no acatar sus instrucciones.
Ante el pedido singular de Aguilar, el juez Güell actuó conforme y sacó del campo a Ubaldo Cháves cuando se jugaba la mitad del segundo tiempo.
Pocos minutos después, al 71’, Braulio “Pollito” Solís marcó el descuento blanquiazul (2-1). A pesar del esfuerzo cartaginés, la tablilla no se movió más y el triunfo se quedó del lado celeste; sin embargo, ese día ganó en disciplina el cuadro de la Vieja Metrópoli con este hecho tan peculiar, como fue solicitarle al árbitro la expulsión de un propio compañero de equipo.